Vuelven los besos ¿o no?

Vuelven los besos ¿o no?

 

 

Parece que por fin nos vamos a quitar la mascarilla, la distancia social se acorta y vuelven los besos y abrazos. Una buena noticia aunque, después de dos años de miedos y restricciones no contenta a todo el mundo. En especial, a los que ya antes de la pandemia eso del beso, uno de los actos que definen y expresan las emociones y sentimientos del ser humano, les daba un poco de miedo. Filemafobia, así se llama el temor irracional  a besar.

El 13 de abril es el día del beso, por eso se me ha ocurrido hablar del tema, aunque todavía estemos enmascarados, lo cierto es que ya por poco tiempo, al menos en espacios cerrados poco concurridos. Y seguro que con ‘la boca al aire’, vuelven las ganas de saludar como acostumbrábamos, un beso, dos y hasta tres. Con leve roce, intenso o con la boca abierta.

La psicóloga Pilar Conde, directora técnica de Clínicas Origen, quien me ha descubierto eso de la filemafobia, asegura que el miedo a besar o ser besado, puede tener detrás hechos puntuales en la vida de la persona que lo padece. Existen distintos grados, desde un rechazo moderado a un pánico incontrolable y puede poner en situaciones muy complicadas a quien lo sufre.

La pandemia, con la incertidumbre y el miedo al contagio, ha podido ser una causa objetiva para que las personas se retraigan a la hora de expresar su afecto. Del mismo modo, “la retirada de las mascarillas puede producir filemafobia en quienes no se sientan seguros con la medida o no confíen en las decisiones del gobierno en materia sanitaria. También, por supuesto, en quienes hayan convivido estrechamente con la enfermedad y la muerte que ha dejado el SARS-CoV-2”.

Otros motivos, continúa la psicóloga, son la inseguridad ante el hecho físico de besar o la aversión a la saliva. La buena noticia es que, igual que otras fobias, puede ser tratada.

En primer lugar habrá que descubrir qué hay detrás del problema para poder dejarlo atrás. Detectar las creencias que están produciendo la evitación al beso y el malestar y, poco a poco, comenzar a enfrentarse  a los besos, iniciándose  con las personas y el tipo de besos que le generen menos rechazo.

 

Los beneficios del beso 

una pareja besándose

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En el lado opuesto están los besucones, efusivos y dados a expresar sus emociones mediante este acto y que, según Conde, “es algo que le va a permitir conectar mejor a nivel afectivo, dado que no tiene prejuicios a la hora de exteriorizar sus emociones de afecto”. Los besos, explica,  liberan la ansiedad y aumentan los niveles de bienestar y felicidad. Ayudan a  crear y mantener vínculos afectivos.

Recibirlos es también muy positivo, ya que nos hacen sentirnos queridos y elevan nuestra autoestima.

 

Lo que el coronavirus nos dejó

Ahora veremos cómo ha influido la distancia social y la falta de contacto físico por el coronavirus. Pilar Conde considera que el no besar a nuestros seres queridos en dos años ha podido tener un impacto negativo en los vínculos afectivos.

Sobre todo en los niños, porque “el nivel de expresión de afecto es algo que se aprende, tanto en el contexto familiar como social. Se han visto expuestos  a situaciones en los que besar podía ser peligroso para sus seres queridos, veremos si este aprendizaje tiene consecuencias a medio y largo plazo en la manera de relacionarse y expresar afecto”.

 

Mascarilla higiénica, relaciones seguras

gente con mascarilla

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Y es que si nos resistimos, al menos algunas, a ponernos la mascarilla durante los primeros días de pandemia, quitársela “puede producir  ansiedad social en algunas personas”, dice la experta.

Llevamos dos años poniéndonos la mascarilla nada más salir de casa o volver porque se nos ha olvidado cogerla. Quitárnosla a hurtadillas cuando no hay nadie alrededor y ‘cocernos’ en la playa con ella puesta en pleno mes de agosto.

Sin olvidar las marcas que han dejado después de horas usándola en el trabajo. Pero es que además nos han marcado interiormente, y, mientras muchos, la mayoría, están encantados de despedirse de las mascarillas, otros sienten cierto recelo ante la nueva medida.

Desde los más tímidos a las personas con ansiedad social han sentido la mascarilla, no solo como protectora contra el virus, sino también de las miradas ajenas, del escrutinio del otro.

Para los jóvenes y adolescentesque se encuentran en un momento de autoconomiento y autoestima, donde las habilidades sociales y la comunicación juegan un papel importante, retirar la mascarilla y exponerse al completo, puede generar cierto malestar”.

Dos años es mucho tiempo a estas edades y puede que sientan desde  recelo a hacerlo hasta miedo por cómo pueda percibirles el resto.

 

¿Cómo adaptarse al cambio?

  • Ser objetivos respecto a los niveles de contagio, informarse en fuentes fiables.
  • Quitarse la mascarilla de manera progresiva, en tiempo y espacio. Empezar por los sitios en los que nos sintamos más seguros, el tiempo que nos parezca prudente, e ir ampliando el círculo y las horas.
  • En cuanto a la interacción social, comenzar por enfrentarse primero a pequeños grupos con los que nos sintamos cómodos e ir avanzando progresivamente.
  • Darse tiempo entre un paso y otro. Cuando nos sintamos cómodos en el nuevo espacio conquistado, pasar al siguiente.
  • En cuanto a los niños, explicarles el nuevo contexto, por qué ahora ya no deben llevar mascarilla en los espacios interiores y cómo deben actuar en las excepciones a la norma, como el transporte público y los lugares relacionados con la salud.
  • Y en la medida de lo posible, celebremos el día del beso como se merece y, sobre todo, recuerda que ya  puedes presumir de sonrisa de colores sin miedo a que se corra el labial.

 

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